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ENTRADAS SOBRE LA COVID-19

martes, 31 de marzo de 2020

¿PODEMOS PREVENIR Y REDUCIR LA INVASIÓN VIRAL INICIAL POR CORONAVIRUS CON ENJUAGUES BUCALES CON LISTERINE?



¿Podemos prevenir y reducir la invasión viral inicial por coronavirus con enjuagues bucales de Listerine?


Un reciente artículo muestra que el virus infecta principalmente la garganta durante los primeros 5 días


Un reciente estudio alemán, publicado como una pre-impresión y aún no revisado por pares, proporciona evidencia muy directa de que el SARS-CoV-2 infecta y se replica inicialmente en la garganta.

https://www.medrxiv.org/content/10.1101/2020.03.05.20030502v1

El pdf completo en:

En el estudio, los investigadores tomaron muestras a 9 individuos que habían estado en estrecha asociación con casos ya diagnosticados, en lugar de individuos con síntomas. Es decir, los cogieron en una fase precoz, asintomática o muy poco sintomática, de la infección.

Identificaron el ARN viral usando hisopos de la nariz y la garganta, o hisopos de la boca y la garganta. También analizaron el ARN viral en el esputo (flema), que refleja principalmente lo que se expulsa de los pulmones.

No encontraron diferencias entre la cantidad de ARN viral en los hisopos de nariz y garganta versus los hisopos de boca y garganta.

La presencia de ARN viral en un tejido no muestra con certeza que el virus está infectando las células de ese tejido. Es completamente posible que el virus esté infectando el pulmón y, sin embargo, los virus se estén "desprendiendo" y subiendo por las vías respiratorias hacia la garganta.

Para descartar esto, los investigadores midieron los ARN mensajeros sub-genómicos virales (sgRNA), que solo se transcriben en células huésped infectadas y no se empaquetan en viriones. La presencia de sgRNAs en un tejido proporciona evidencia de que el virus está infectando las células de ese tejido.


En los hisopos de garganta, los sgRNA estuvieron presentes durante los primeros cinco días después de que comenzaron los síntomas, pero luego desaparecieron. Por el contrario, persistieron en el esputo (infección pulmonar) durante al menos el día 9º de los síntomas.
Esto sugiere que la garganta se infecta temprano en la enfermedad pero se aclara relativamente rápido, mientras que la infección en los pulmones es más fuerte y persiste por más tiempo.

De modo que parece probable que la infección comienza en la nariz, la boca y la garganta. Aquí es donde entra el virus por primera vez, y donde el virus debe pasar para llegar a los pulmones.

En el estudio encontraron que las cargas virales ya estaban disminuyendo en los hisopos de garganta cuando comenzaron los síntomas. En algunos de los pacientes, las cargas virales también disminuyeron en el esputo, pero disminuyeron más lentamente y duraron más. En algunos pacientes, las cargas virales aumentaron en el esputo después de que comenzaron los síntomas. Los dos pacientes cuyas cargas virales alcanzaron su punto máximo en el esputo en la segunda semana de síntomas fueron los mismos dos pacientes que desarrollaron algunos signos iniciales de neumonía.

En conclusión, parece que la infección comienza en la nariz, la boca o la garganta, y viaja al pulmón. En el pulmón, es más fuerte y dura más. Cuanto más fuerte es en el pulmón y más tiempo dura allí, más probabilidades hay de que alguien tenga los síntomas graves asociados con la neumonía.




Entonces,

tenemos quizás una ventana de 5 días, desde que el virus nos llega a la garganta, para poder atacarlo antes de que aumente su replicación viral y pase a pulmones, donde su erradicación, vía tópica, es complicada.

Ahí entrarían los enjuagues bucales con antisépticos como el Listerine...

Se ha visto en un estudio (Titulado The Antiviral Spectrum of Listerine Antiseptic) cómo un enjuague de 30 segundos con Listerine reducía al 100% la carga viral del virus de la gripe (Influenza) que, es un virus ARN envuelto en una bicapa lipídica similar al coronavirus.
En el estudio se vio que la actividad antiviral de Listerine no estaba relacionada con el genoma viral, sino que se dirige a la envoltura lipídica viral. (Dennison 1995).



En otro estudio (Titulado Efficacy of Listerine Antiseptic in Reducing Viral Contamination of Saliva) cogieron a 40 personas con herpes oral-labial (19 hombres y 21 mujeres) y utilizaron inmunofluorescencia directa de frotis citológicos de las lesiones/saliva oral para confirmar el virus del herpes simplex tipos I o II.
Los pacientes fueron asignados aleatoriamente a uno de los dos grupos de tratamiento: (1) Listerine y (2) control de agua estéril. (Meiller 2005)
 Se tomaron muestras de líquido salival:
1. Al inicio del estudio
2. inmediatamente después de un enjuague de 30 segundos
3. A los 30 min después de los 30 segundos de enjuague y
4. En la prueba de repetición, también a los 60 min, después de los 30 s enjuague.

Resultados: Los viriones infecciosos detectados se redujeron a cero tras un enjuague con Listerine de 30 segundos, mientras que tras el enjuague con agua estéril resultó en una reducción no significativa. El grupo con Listerine también demostró una reducción significativa a los 30 min del enjuague en comparación con la carga basal, mientras que el grupo de control con agua estéril volvió a presentar los niveles de carga basal. A los 60 min del enjuague, se vió una reducción residual del valor inicial en el grupo de Listerine, aunque el resultado no fue estadísticamente significativo.

Conclusiones de los autores: Existe una eficacia clínica en la utilización de un enjuague bucal con el agente antimicrobiano Listerine Antiseptic para reducir la presencia de contaminación viral en los fluidos orales durante al menos 30 min.

Hay que tener en cuenta que el herpes es un virus ADN que queda "acantonado" desde nuestra primera infección en la infancia y se replica en momentos de debilidad inmunitaria en la edad adulta. Por eso pueden aparecer nuevos virus ADN tipo herpes a los 60 min del enjuague, desde el lugar de su acantonamiento (ganglio geniculado cervical).
Sin embargo, el virus de la gripe y el coronavirus, son virus ARN, que se eliminan una vez destruidos por el sistema inmune. Es decir, que una vez eliminados de la garganta al romper su envoltura lipídica, no tiene por qué volver a reaparecer, salvo que volvamos a infectarnos con contactos infectados o por tocarnos nariz o boca con manos contaminadas de nuevo con el virus.

Sin embargo, la página oficial de Listerine dice claramente que su antiséptico NO mata al coronavirus (al no haber estudios científicos realizados con Listerine y este nuevo coronavirus) y recalca la importancia del lavado de manos antes de tocarnos la cara.

Si embargo, en mi opinión, si la envoltura lipídica externa que protege al coronavirus  es similar a los otros virus-RNA del catarro común o rinovirus y al virus de la gripe  o influenza, que sí se ha demostrado que pueden ser eliminados con dichos enjuagues bucales, podríamos extrapolar un beneficio similar para el coronavirus.

Esto nos daría una oportunidad precoz de actuación, en los 5 primeros días tras contagiarnos, cuando nos encontremos en el periodo de incubación o periodo ventana, para atacar al virus mientras se encuentra replicándose en la mucosa de la garganta, antes de que pase a sangre o a pulmones.
Es mi opinión.




Conclusiones:
¿Los enjuagues con Listerine (o cualquier otro antiséptico bucal) serían una primera barrera para eliminar el virus en los primeros 5 días tras el contagio?
Quizás...

Así las cosas, enjuagues bucales diarios con Listerine, de 30 seg de duración, podrían eliminar el virus en nuestra garganta en los primeros 5 días de entrar en nuestra vía respiratoria superior, bien por alimentos contaminados, por tocarnos la cara con las manos (De largo el mecanismo principal de contagio) o tras inhalar los virus de alguien que nos habla a una distancia inferior a 1,5 metros, especialmente si estamos más de 15 min en la misma habitación.

Un enjuague al levantarnos y otro al acostarnos y algún otro cuando vengamos de hacer la compra o del trabajo, podría ser una estrategia útil, sin importantes efectos secundarios.

Es una opinión personal, no un consejo médico.
Pero creo que, especialmente en colectivos vulnerables (ancianos o personas con obesidad abdominal) puede ser una estrategia para frenar el virus en fases precoces de la enfermedad.

Lo más importante de todo, no te toques la cara con las manos si antes de no te has lavado las manos con jabón.

Jorge García-Dihinx Villanova
Pediatra Hospital San Jorge de Huesca

LA FIEBRE ES UNA BUENA DEFENSA CONTRA LAS INFECCIONES POR VIRUS... INCLUIDO EL CORONAVIRUS SARS-COV-2



LA FIEBRE ES UNA BUENA DEFENSA CONTRA LAS INFECCIONES POR VIRUS... INCLUIDO EL CORONAVIRUS SARS-COV-2

¿Debemos bajarla continuamente con paracetamol u otros antitérmicos? Quizás no...


¿Por qué la fiebre puede ser nuestra amiga en tiempos de la enfermedad COVID-19?


Los científicos nos dicen que la fiebre es más que un síntoma de la enfermedad o de la infección. Se sabe que la temperatura corporal elevada pone en marcha una serie de mecanismos que regulan nuestro sistema inmunológico.

La fiebre es uno de los síntomas de una infección, tanto bacteriana como vírica. En estos días, si pensamos que los 82.463 casos confirmados hoy en España son sólo la punta del iceberg de los casos reales (viendo los fallecidos y extrapolando a un 1% de letalidad), seguramente tendremos entre 800.000 y un millón de infectados por este nuevo coronavirus SARS-CoV-2.

Los síntomas más frecuentes durante los primeros 5-7 días son la fiebre y la tos seca. Es a partir de los 5 a 7 días de infección cuando, en población de riesgo (ancianos o personas algo mayores con síndrome metabólico, hipertensión, obesidad visceral, diabetes, etc) puede empeorar el cuadro, con el desarrollo de una neumonía bilateral que el paciente siente como falta de aire y que tiene una rápida evolución hacia la gravedad.

Es decir, que tenemos habitualmente entre 5 y 7 días de fiebre previa, antes de empeorar o de mejorar. Habitualmente, los facultativos pautamos paracetamol para bajar esa fiebre, como si la fiebre fuera el mismo germen, cuando es, sin embargo, parte de la respuesta inmune de nuestro organismo para defendernos de la invasión viral, para detenerla antes de que se apodera de nosotros.

Pautamos hidratación, reposo, sueño suficiente y paracetamol.

¿Y si quitáramos el paracetamol y sólo lo indicáramos en fiebres muy altas que ocasionaran un malestar poco tolerable para el paciente?

¿Y si viéramos la fiebre como un síntoma externo del trabajo de nuestro sistema inmunitario que trata de vencer al virus invasor?

¿Darías antidiarreicos a una enterocolitis por amebas?

La fiebre es una respuesta natural contra una infección de la misma manera que una diarrea es una forma de eliminar un agente patógeno intestinal (como las amebas) cuando han infectado nuestro intestino.
Querer cortar la diarrea, con antidiarreicos (Loperamida, Fortasec)  sería intentar luchar contra el "síntoma", la diarrea. Cuando en realidad es una herramienta correcta para reducir la invasión por el patógeno. En ese caso deberemos hidratarnos bien y reponer la pérdida de sales, pero no deberíamos cortar la diarrea.

Algo similar ocurre cuando queremos bajar la fiebre a toda costa, en una enfermedad infecciosa. La fiebre es parte de la solución y ayuda a una mejor función de nuestro Interferón, acelera la quimiotaxis (llegada al foco de infección) de los neutrófilos y mejora su actividad fagocítica.




Fiebre, sí. Paracetamol, no

Introducción

Las infecciones agudas en los niños (y también, en menor medida, en los adultos), a menudo se manifiestan con fiebre. Algo que los padres y muchos médicos consideran un signo importante y hasta dañino de enfermedad, a veces como una enfermedad en sí misma, en lugar de un síntoma y una defensa de la respuesta del huésped.
A menudo pensamos que, sin no bajamos la fiebre, ésta puede subir hasta el infinito y más allá, como si se tratara de un golpe de calor (un proceso completamente distinto, en el que el hipotálamo está "estropeado").

Como resultado, la mayoría estamos convencidos de que la fiebre "se debe combatir" con antipiréticos (paracetamol, ibuprofeno). Esta "Fiebre Fobia" es frecuente en los padres de los niños con una infección (Schmitt 1980)

Los padres (y los adultos) tienen poca o ninguna información sobre el papel beneficios de la fiebre en enfermedades (Lagerlov 2003).

Aunque la mayoría de los pediatras y médicos de adultos acuerdan que el tratamiento de un niño febril con antipiréticos es principalmente para el alivio de los síntomas de la fiebre, muchos tendemos a recetar antipiréticos para cualquier niño con fiebre. Los facultativos podemos estar contribuyendo a la "Fiebre-Fobia" al prescribir antipiréticos para niños que tengan sólo una fiebre leve o moderada o recomendando alternar el uso de paracetamol  con ibuprofeno para evitar "la fiebre maligna".



Evidencias de que la fiebre es beneficiosa para combatir las infecciones

Experimentos in vitro


Desde el año 1964 se sabe que la fiebre reduce el crecimiento de bacterias (Osawa 1964) y desde 1959, que la fiebre frena la replicación de los virus (Lwoff 1959).

En la imagen de la derecha se ve el crecimiento del virus de la polio a 37ºC (curva alta) y a 40º (curva de debajo), muy inferior que a 37ºC.
Es decir, cuando nuestro organismo pone en marcha todas esas interleukinas y procesos inmunológicos que producen una elevación de la temperatura corporal, está reduciendo de forma efectiva la replicación del virus que le está atacando.


En esta otra gráfica se ve cómo el rendimiento viral (Viral yield) a 40º es del 1% comparado con el rendimiento a 36ºC, mostrando cómo la fiebre es un mecanismo de defensa natural contras las infecciones de origen viral.

















También, desde 1971 se sabe que la producción de fiebre mejora muchos procesos inmunológicos, incluida la actividad de la interleukina-1 (IL-1), la de las células T-Helper (CD4), las células T citotóxicas (CD8), las células B, la proliferación de los neutrófilos y la síntesis de inmunoglobulinas (Nahas 1971).

La movilidad, la fagocitosis y la capacidad de eliminar bacterias por los leucocitos polimorfonucleares son significativamente mayores  a temperaturas superiores a 40 ℃. 


Se ha visto que temperaturas de 38 ℃ y 39 ℃ tienen un efecto positivo directo en la transformación de linfocitos, la generación de células citotóxicas, actividad de células B y síntesis de inmunoglobulinas (Dinarello 1984).

La interleukina-1 (IL-1) es más activa a temperaturas febriles que a afebriles. Y el interferón (INF), un potente agente antiviral que produce el organismo frente a las infecciones, tiene una mayor actividad antiviral por encima de 40 ℃ (Heron 1976).


Experimentos in vivo con seres humanos

Estudios con bacterias

Estudios en seres humanos también respaldan que la fiebre puede ser beneficiosa. La fiebre fue la principal forma de tratamiento para sífilis y gonorrea hace aproximadamente un siglo.

Un estudio realizado en Japón (Sugimura 1994) encontró que la administración frecuente de antipiréticos en 208 niños con enfermedades bacterianas llevaron a una empeoramiento de su enfermedad, de modo que el grupo de niños que recibieron más dosis de antipiréticos desarrollaron más neumonías que el grupo que recibió menor numero de dosis de antipiréticos para controlar la infección inicial.

Y en esto otro estudio en Finlandia (texto de la derecha), con 102 niños con gastroenteritis por Salmonella vieron una correlación negativa entre el grado de fiebre y la duración de la excreción de organismos. Es decir, los que experimentaron mayor grado de fiebre, eliminaron antes la excreción de salmonellas en las heces, mientras que los que no experimentaron apenas fiebre estuvieron eliminando salmonella en las heces durante meses (El Radhi 1992).





Estudios con virus en humanos

En este estudio realizado en 1990, cogieron a 56 voluntarios sanos y los infectaron con rinovirus, el virus del catarro común. Posteriormente los dividieron en 4 grupos. A un grupo se le administró aspirina; a otro grupo, paracetamol; a otro grupo, ibuprofeno y al 4º grupo un placebo (cápsula sin contenido en su interior). Y miraron en el suero la respuesta de anticuperpos neutralizadores.
Pues bien, se vió que el uso de antipiréticos se asociaba a la supresión de la respuesta de anticuerpos en suero, al aumento de los signos y síntomas y a un mayor tiempo para conseguir la eliminación del virus  (Graham 1990).
Esto nos puede dar una idea de cómo debilitamos la respuesta inmune cuando queremos bajar "la fiebre maligna" en procesos infecciosos. Esa fiebre nos está ayudando a eliminar el virus y curar antes la enfermedad, pero en lugar de verlo como un arma nuestra lo vemos con si fuera la propia enfermedad.



En este otro estudio se cogió a 72 niños con varicela, a la mitad de los cuales se les prescribió paracetamol cuatro veces al día (para bajar "la fiebre maligna"), y a la otra mitad se les dio un placebo.
¿Qué ocurrió?
Pues que el tiempo medio para que pasaran a costra todas las lesiones fue de 5,6 días días para los que no recibieron antitérmico y de 6,7 días para los que lo recibieron. Se acortó en algo más de un día la enfermedad. O, mejor dicho, se alargó en algo más de un día la enfermedad a los que se les administró paracetamol (Doran 1989).




Utilización de la fiebre como tratamiento para curar enfermedades... cuando todavía no había antibióticos

Antes del descubrimiento de la penicilina en 1928, (y de su utilización como tratamiento de enfermedades bacterianas a partir de su uso en 1942 en la II Guerra Mundial), no teníamos antibióticos para tratar este tipo de infecciones. 



https://pubmed.ncbi.nlm.nih.gov/24185088/

A principios del siglo XX, en 1917, el Dr. Wagner Jauregg observó que inducir fiebre permitía la curación de la neurosífilis, una enfermedad sin cura antes de haberse descubierto la penicilina.
Inducía fiebre a sus pacientes inoculando el germen de la malaria. En realidad, la infección por malaria era un riesgo aceptable para estos pacientes, ya que la quinina se administraría tan pronto como se curara la sífilis.
En los años siguientes a su descubrimiento, la fiebre artificial fue inducida por diferentes métodos: la introducción en el paciente de una enfermedad parasitaria; la inyección de una proteína extraña al organismo; inyecciones de sustancias químicas como azufre; medios eléctricos como la administración de diatermia o radioterapia o la simple inmersión del individuo en un baño caliente, o colocarlo en un armario térmico. La terapia de Wagner Jauregg fue muy admirada y se utilizó en casos de neurosífilis hasta la década de 1950. Por sus descubrimientos, recibió el Premio Nobel de medicina en 1927.

 Sin embargo, con la introducción de la penicilina en el tratamiento de la sífilis, la terapia con la inducción de fiebre se abandonó definitivamente.

Llegaron los antibióticos y se empezaron a realizar estudios randomizados, aleatorizados, de alto valor científico y se abandonó y olvidó el papel de la fiebre para combatir muchas enfermedades infecciosas.

Hoy en día está tan olvidado el papel de la fiebre en la defensa de las infecciones, que tanto la población general como los médicos, piensan que es algo dañino que hay que bajar como sea y así pautamos alternar paracetamol e ibuprofeno cuando con un antitérmico a solas no conseguimos bajar esa "fiebre maligna". En mi opinión, es una equivocación similar a querer cortar la diarrea con antidiarreicos como la loperamida (Fortasec).



Producción de la fiebre y de la respuesta inmune frente a las infecciones

En el proceso de una infección, se elevan, entre otros, la Interleukina-1 (IL-1) cuyos efectos incluyen la inducción de fiebre y la activación de los linfocitos T.

Numerosas sustancias del exterior del cuerpo, pirógenos exógenos, inician el ciclo de la fiebre. Las endotoxina de las bacterias gramnegativas son los pirógenos exógenos más potentes. Estos pirógenos exógenos estimulan la producción de monocitos, macrófagos y células reticuloendoteliales para producir y liberar pirógenos endógenos (que elevan la temperatura), de los cuales, la Interleukina 1 (IL-1) es el más importante.

La Interleukina 1 actúa sobre el centro termorregulador del hipotálamo (Termostato) a través de mediadores, particularmente  las prostaglandinas (PGE-2), para elevar el la temperatura diana del termostato.

El hipotálamo logra la producción de calor induciendo contracciones musculares rápidas o  temblores (tiritona) y conserva el calor evitando la pérdida de éste por las extremidades mediante vasoconstricción, dejando manos y pies fríos, con "las tuberías de la calefacción cerradas".
De modo que la fiebre está regulada por este termostato,  incluso a una temperatura de más de 41.0 ℃, de manera que la producción de calor se aproxima a la pérdida del mismo, para lograr el equilibrio.

Es decir, la fiebre no sube hasta el infinito y más allá, sino que está regulada y forma parte de un mecanismo fisiológico de respuesta frente a las infecciones.

La interleukina 1 (IL-1) tiene otras funciones, que incluyen:
- Juega un papel principal en  la inducción de respuestas inflamatorias, como la acumulación de los neutrófilos y su adherencia, así como cambios vasculares.

- En el hígado estimula la síntesis de  ciertas proteínas, como las proteínas reactantes de fase aguda: PCR, fibrinógeno y haptoglobin.

- Fomenta la proliferación y activación de células T y las  células B. La IL-1 activa los linfocitos T para producir diversos factores, como el Interferón y la  IL-2, ambos vitales para la respuesta inmune.

La producción de fiebre simultáneamente con la activación de los linfocitos constituye la más clara y fuerte evidencia a favor del papel de la fiebre en la respuesta inmune frente a las infecciones.



Recomendaciones a los padres de niños con fiebre o a los pacientes adultos febriles

La fiebre forma parte de la respuesta inmune frente a las infecciones y no debemos temerla, sino respetarla y dejarle hacer su trabajo.

La indicación de los antitérmicos como el paracetamol es buscar el confort del niño o del paciente febril. Reducir el dolor, la excesiva letargia o decaimiento, para que el niño (o adulto) puedan beber e hidratarse y que veamos que ese decaimiento es por la fiebre y no por una enfermedad grave.

Si un niño con 40ºC está muy decaído y no sabemos si es por una meningitis o sólo por la fiebre, darle paracetamol nos resolverá un poco el dilema. Si una hora tras tomar el antitérmico el niño se encuentra más activo y contento e interacciona y acepta un poco de agua, esa es una buena señal. Independientemente de que le baje o no la fiebre!

Es decir, si un niño decaído, con 40ºC de fiebre, una hora más tarde está más contento, más activo y tiene mejor color, aunque la fiebre sólo le haya bajado a 39ºC (lo cual es bueno, pues su fiebre combate la infección), entonces podemos estar tranquilos.

Sin embargo, sin un niño con 40ºC está muy decaído, como un trapo y le damos paracetamol y una horas después sigue como un trapo, incluso aunque la fiebre le haya bajado a 37ºC (mal signo, no se defiende de la infección), entonces es cuando hay que ir a visitar al médico para que lo vea.
Es la respuesta del estado general del niño (y no el decenso de la temperatura) lo que marca la gravedad del proceso infeccioso.


Y, fuera de la pediatría,

para los adultos que estos días puedan estar en los primeros 5-6 días de infección por coronavirus, con cuadros frebriles, mi recomendación sería mantenerse bien hidratado (agua), descansar, dormir bien y, sólo en casos en que la fiebre sea algo muy molesto o que lleve al paciente a delirar o a no poder mantenerse lo suficiente alerta como para interaccionar con sus familiares, utilizar puntualmente algún antitérmico como el paracetamol.

Pero si no nos encontramos muy mal, dejar a la fiebre que haga su trabajo puede ser una mejor estrategia para controlar la viremia (carga viral en la sangre) del coronavirus e intentar así eliminarlo en esa primera semana de "enfrentamiento germen vs huésped". Esa semana crucial, que nos permita vencerlo antes de pasar a la segunda fase en la que los síntomas pueden empeorar y que empecemos con dificultad respiratoria, momento en el que habrá que llamar al médico para que nos aconseje si seguir en casa o acudir a algún centro sanitario.

Mucho ánimo a todos!

Jorge García-Dihinx Villanova
Pediatra Hospital San Jorge de Huesca


#QuédateEnCasa

sábado, 28 de marzo de 2020

LOS RECIÉN NACIDOS DE MADRES INFECTADAS CON COVID-19 NACEN SIN EL VIRUS Y CON ANTICUERPOS QUE LES PROTEGERÁN



LOS RECIÉN NACIDOS DE MADRES INFECTADAS CON COVID-19 NACEN SIN EL VIRUS Y CON ANTICUERPOS QUE LES PROTEGERÁN

JAMA. Published online March 26, 2020. doi:10.1001/jama.2020.4861


https://jamanetwork.com/journals/jama/fullarticle/2763854

Como se ha ido conociendo, es tranquilizador saber que el coronavirus SARS CoV-2, causante de la enfermedad COVID-19 (COronaVirus Induced Disease-2019), NO atraviesa la placenta y que los niños que nacen de madres infectadas no tienen en virus ni en la sangre ni en la garganta ni en ningún lugar.

Sin embargo sí que tienen los anticuerpos del tipo IgG que fabrican sus madres para vencer la enfermedad y, como si se tratara de una vacuna, les transfiere una inmunidad temporal, quizás de 4 meses (como el resto de las IgG que los recién nacidos tienen al nacer), que les podría proteger de coger la enfermedad en los primeros meses de vida.

Inicialmente las Sociedades de Neonatología, en caso de madre con infección por SARS CoV-2, recomendaron separar a madre e hijo y tirar la leche extraída de la madre los primeros días.
A día de hoy, no se ha demostrado transmisión por la leche materna y se recomienda, como con cualquier otro recién nacido, la cohabitación, el amamantamiento por la propia madre y el contacto piel con piel, con las medidas de mascarilla e higiene de manos similar a las establecidas para cuidar de cualquier otro hijo.

Aunque quizás, la presencia de estos anticuerpos IgG transferidos por la placenta de madre a hijo haga más resistentes a la enfermedad a estos recién nacidos que a cualquier otro miembro de la familia sin anticuerpos.

Parece como si este virus quisiera castigar a la población anciana y a la vez proteger a las nuevas generaciones.

Mucho ánimo a todos

Jorge García-Dihinx Villanova
Pediatra Hospital San Jorge de Huesca

jueves, 26 de marzo de 2020

NUEVAS ARMAS CONTRA EL CORONAVIRUS: ¿PUEDE LA VACUNA DE LA TUBERCULOSIS POTENCIAR EL SISTEMA INMUNE DE LOS ANCIANOS Y DE SANITARIOS Y EVITAR EL COLAPSO DE LAS UCIS?




¿Puede la vacuna antituberculosa reforzar el sistema inmunitario de ancianos y de sanitarios  contra el nuevo coronavirus?


Os dejo aquí la traducción y resumen del artículo de  Jop de Vrieze de hace 3 días sobre esta nueva noticia esperanzadora, publicado en la revista Science.


Los hospitales universitarios en Nijmegen y Utrecht están administrando a los trabajadores de la salud una vacuna contra la tuberculosis (TB) para ver si los protege mejor contra el coronavirus. La vacuna contra la TB estimula el sistema inmunitario, por lo que los trabajadores de la salud involucrados podrían estar mejor protegidos contra la enfermedad Covid-19 y una infección en ellos podría ser más leve.

La vacuna se va a administrar a 500 trabajadores del hospital, y otras 500 recibirán un placebo. Ambos grupos serán monitorizados de cerca para determinar si la vacuna proporciona o no una mejor protección inmunitaria contra el coronavirus. Si resulta que funciona, todos los trabajadores de la salud en los Países Bajos podrían recibir la vacuna.

Investigaciones anteriores han observado que un estímulo del sistema inmunitario puede proporcionar más protección contra la gripe. Que esto también se pueda aplicar a otras infecciones, como la Covid-19, no está claro. Esa es la razón de esta investigación, como dice Mihai Netea, profesor de medicina interna experimental en Radboud, en Nijmegen. 

Los trabajadores de la salud que se infectan con el coronavirus podrían tener consecuencias importantes para el sistema de salud. Los hospitales esperan que la vacuna contra la tuberculosis pueda ayudar a mantener a su personal en pie.


Frenar la curva y/o aumentar la capacidad del Sistema Sanitario


Para evitar el colapso del Sistema Sanitario tenemos dos frentes en los que actuar:

1. Disminuyendo la velocidad de contagio para aplanar la curva: Con el aislamiento social por un lado y, por otro, mejorando el sistema inmune de los ancianos.

2. Aumentando la capacidad del Sistema Sanitario: Evitando bajas de sanitarios infectados por el coronavirus, aumentando su sistema inmunitario

Si conseguimos reforzar el sistema inmunitario contra el coronavirus en los ancianos, menos de ellos precisarán respiradores, ingresos en UCI (muy limitado) e ingresos hospitalarios (también limitados).

Y si conseguimos mejorar el sistema inmune de los sanitarios, menos de ellos cogerán bajas laborales y no se diezmará la capacidad del Sistema Sanitario.


Ahí entra esta nueva esperanza para luchar contra el virus: Mejorar la respuesta inmune de ancianos y de sanitarios 


Los investigadores en cuatro países van a comenzar un ensayo clínico de un enfoque poco
convencional para el nuevo coronavirus. Probarán si la vacuna centenaria contra la tuberculosis (TB), una enfermedad bacteriana, podría mejorar el sistema inmunitario humano, lo que le permitiría combatir mejor el virus que causa la enfermedad por coronavirus 2019 y, tal vez, prevenir la infección con por completo.
Los estudios se realizarán en médicos y enfermero/as, que tienen un mayor riesgo de infectarse con la enfermedad respiratoria que la población general, y en los ancianos, que tienen un mayor riesgo de enfermedad grave si se infectan.


Un equipo en los Países Bajos iniciará la primera de las pruebas esta semana. Cogerán a 1000 trabajadores de la salud en ocho hospitales holandeses que recibirán la vacuna (500), llamada bacilo Calmette-Guérin (BCG), o un placebo (los otros 500).

La vacuna BCG contiene una cepa viva y debilitada de Mycobacterium bovis, un primo del M. tuberculosis, el microbio que causa la tuberculosis. La vacuna lleva el nombre de los microbiólogos franceses Albert Calmette y Camille Guérin, quienes la desarrollaron a principios del siglo XX. La vacuna se administra a niños en su primer año de vida en la mayoría de los países del mundo, y es segura y barata, pero lejos de ser perfecta: previene alrededor del 60% de los casos de TB en niños en promedio.

Las vacunas generalmente aumentan las respuestas inmunitarias específicas hacia un patógeno concreto, con  anticuerpos que se unen y neutralizan a un tipo de virus y no a otros.

Pero se ha visto que la vacuna BCG también puede aumentar la capacidad del sistema inmunitario para combatir a patógenos distintos de la bacteria de la tuberculosis, según estudios clínicos y de observación publicados durante varias décadas por los investigadores daneses Peter Aaby y Christine Stabell Benn, que viven y trabajan en Guinea-Bissau.
Estos investigadores observaron que la vacuna prevenía aproximadamente el 30% de las infecciones con cualquier patógeno conocido, incluidos los virus, en el primer año después de su administración.

Una revisión de 2014 realizada por la Organización Mundial de la Salud concluyó que la vacuna BCG parecía reducir la mortalidad general en los niños. En una posterior revisión de 2016 fue un poco más positiva sobre los beneficios potenciales de BCG, pero decían que se necesitaban ensayos aleatorios.

Desde entonces, la evidencia clínica se ha fortalecido y varios grupos han dado pasos importantes para investigar cómo la vacuna BCG puede estimular el sistema inmunológico. Mihai Netea, especialista en enfermedades infecciosas en el Centro Médico de la Universidad Radboud, descubrió que la antigua vacuna BCG de la Tuberculosis puede desafiar el conocimiento de los libros de texto sobre cómo funciona la inmunidad.


Respuesta inmune Innata y Respuesta inmune Específica o Adaptativa

Cuando un patógeno entra en el organismo, los glóbulos blancos de la respuesta "innata" del sistema inmunitario lo atacan primero. Pueden manejar hasta el 99% de las infecciones. Si estas células fallan, llaman al sistema inmunitario "adaptativo" o "específico", y las células T y las células B productoras de anticuerpos comienzan a dividirse para unirse a la lucha.
La clave para esto es que ciertas células T o ciertos anticuerpos son específicos del patógeno y su presencia se amplifica más. Una vez que se elimina el patógeno, una pequeña porción de estas células específicas del patógeno se transforma en células de memoria que acelerarán la producción de células T y B la próxima vez que el mismo patógeno ataque. Las vacunas se basan en este mecanismo de inmunidad.

Se suponía que el sistema inmune innato, compuesto por glóbulos blancos como los macrófagos, las células Natural Killers (asesinas naturales) y los neutrófilos, no tenía esa memoria. Pero el equipo de Netea descubrió que la vacuna BCG, que puede permanecer vivo en la piel humana durante varios meses, desencadena no solo las producción de células B y T con memoria específica de Mycobacterium, sino que también estimula las células sanguíneas innatas durante un período prolongado.




Es la "Inmunidad entrenada", según la llama Netea y sus colegas. En un estudio aleatorizado controlado con placebo publicado en 2018, el equipo demostró que la vacuna BCG protege contra la infección experimental con una forma debilitada del virus de la fiebre amarilla, que se administraba en forma de vacuna. Se administraban virus de la fiebre amarilla, debilitados, a pacientes en las dos ramas del experimento. Unos con dosis de BCG previa y otros sin dosis previa de BCG. Y vieron que la viremia (cantidad de virus en la sangre) era inferior en los que habían recibido previamente el estímulo de la vacuna BCG.

Imagen de la izquierda












Junto con Evangelos Giamarellos, de la Universidad de Atenas, Netea ha realizado un estudio en Grecia para ver si la vacuna BCG podría  aumentar la resistencia a las infecciones en general en las personas mayores. Planean comenzar ahora un estudio similar en los Países Bajos. 

Aunque el estudio es aleatorio, los participantes probablemente sabrán si recibieron la vacuna en lugar de un placebo. La vacuna BCG a menudo causa una pústula en el sitio de inyección que puede persistir durante meses, lo que generalmente resulta en una cicatriz. Pero los investigadores no podrán ver en qué brazo del estudio (vacuna o placebo) se encuentra una persona.







Eleanor Fish, inmunóloga de la Universidad de Toronto, dice que la vacuna probablemente no eliminará por completo las infecciones por el nuevo coronavirus, pero es probable que disminuya su impacto en las personas. Fish dice que ella misma se tomaría la vacuna si pudiera conseguirla, e incluso se pregunta si es ético retener sus beneficios potenciales de los sujetos de prueba en el grupo de placebo.

Pero Netea dice que el diseño aleatorio es crítico: "De lo contrario, nunca sabríamos si esto es bueno para las personas". El equipo podría tener respuestas dentro de unos meses.

El problema es que, hacer bien el estudio, exige tiempo y tiempo es precisamente lo que no tenemos. Una ayuda de este tipo vendría bien si se pudiera aplicar en los próximos días y si se abasteciera con suficientes unidades de vacuna BCG a miles de ancianos y de sanitarios.

Al menos van surgiendo nuevas armas, aunque que llevará su tiempo instaurarlas.

Iremos viendo...

Jorge García-Dihinx Villanova