Viernes 28 Agosto 2009
Isabel San Juan y Jorge García-Dihinx
Para ver más fotos del día podéis pinchar aquí.
El relato que a continuación escribo es una larga descripción de la jornada que ayer vivimos en la montaña, con sus momentos de felicidad, sus breves momentos de miedo e incluso algunos de sufrimiento (sólo físico). Personalmente, disfruté el 95% de este día, tan bello e intenso, corriendo por las alturas del Pirineo y tan lejos de la civilización.
Para poder leerlo mejor y situarse en cada lugar descrito, es preferible tener delante este mapa
Nuestra pequeña aventura por el filo de la Partacua:
Estos meses de finales de verano son ideales para recorrer el Pirineo con zapatillas de montaña, ahora que ya no hay neveros traicioneros ni en las cotas más altas. Mis pesadas botas de montaña (que casi pesan más que las F1 de esquí de montaña) ya las dejo guardadas hasta junio.
En nuestro afán por recorrer los cordales del Pirineo, este día decidimos surcar el filo de la Sierra de la Partacua, subiendo desde Piedrafita a Telera por la normal y siguiendo el filo de las cimas hasta la entrada de la Canal Ancha de Retona, para bajar por dicha canal y volver corriendo por la pista de nuevo a Piedrafita.
Uno a uno los posibles candidatos se fueron descolgando por diversas razones hasta que sólo quedamos Isabel San Juan (campeona de España de carreras de orientación) y un servidor.
Recojo a Isabel en Huesca a las 7 AM y subimos al Valle de Tena, a Piedrafita. Llevaremos el mínimo peso: agua, algo de comer, un cortavientos, zapatillas de montaña y poco más. Isabel no lleva bastones así que decido dejar los míos en el coche, aunque sé que para las pedreras de la canal de Cachivirizas (subiendo) y la Canal Ancha de Retona (de bajada) me vendrían bien. Pero bueno, así corremos mejor y tenemos las manos más libres para fotos. Libertad absoluta… Qué gran sensación…
Salimos del Parking de Lacuniacha a las 8:40 horas e iniciamos el trote por la pista que sube al Ibón de Piedrafita. Atajamos por la senda que corta las curvas en herradura de la pista. Aunque vamos corriendo no escatimamos en fotos (al final del día hice 253!!). En 27 min llegamos al Ibón de Piedrafita. El día es limpio y aunque se preveía flujo de norte ni hace frío ni sopla demasiado viento.
Tras pasar el ibón tomamos la senda que sube hacia la base de la Canal de Cachivirizas. Perdemos un poco la senda, que se bifurca en dos, pero pronto llegamos a la base de la canal. A mitad de canal hay un grupo de montañeros que han madrugado más. Subimos a buen ritmo, pero nos vamos resbalando hacia atrás continuamente. Con zapatillas y sin bastones nos agarramos con uñas y dientes a lo que podemos para poder seguir avanzando. Se nos acelera el pulso a ese ritmo. Pienso en el vídeo de Killian Jornet subiendo a toda velocidad en su record del kilómetro vertical (Qué máquina, lo hizo en poco más de media hora…). Jadeamos, resbalamos, volvemos a subir y así llegamos por fin a la Forca de Cachivirizas (2.361m), 1h y 30’ tras la salida de Lacuniacha.
Paramos al sol y nos tomamos algo de beber y comer. Coincidimos con el grupo de vascos que van a Telera. Iniciamos con ellos el largo y expuesto paso horizontal, que nunca hay que subestimar, pues aunque no es difícil, cualquier descuido o resbalón resultaría en una caída fatal. Es una mini senda de poco más de un palmo de ancho que surca la ladera norte del Peña Parda y que tiene todo el patio hacia el norte. Mejor no mirar a la derecha si uno tiene vértigo.
Tras el paso horizontal intentamos buscar los mojones que dan acceso a la fácil trepada que nos separa del circo suspendido que forman Peña Parda y Telera. Siguiendo los mojones ningún paso supera el I grado. Si haces II grado es que estás fuera de vía.
Tras salir de la trepada seguimos la ladera cerca del filo, con idea de asomarnos a la salida de la Gran Diagonal de Telera. Desde su salida, la vista hacia abajo es sobrecogedora. Y pensar que yo subí por ahí con Chavi Raventós en mayo de 2004… Claro que entonces estaba toda llenita de nieve e íbamos con crampones y dos piolets.
Seguimos para arriba y llegamos a la cima de Telera (2.764m) tras 2h y media de la salida del coche. Se viene a salvar un desnivel de unos 1.400m.
Aunque entran algunas nubes por Navarra el día sigue ideal. Comemos algo y un rato más tarde iniciamos el descenso hacia el oeste. Hay que hacer varios destrepes con cuidado (incluso vemos montada una reunión con cordinos). En primavera, esta muralla orientada al oeste estará como una piedra hasta el mediodía y debe de ser una pala peligrosa y helada.
Una vez salvada la muralla seguimos bajando en dirección oeste y decidimos luego subir directamente al Tríptico (o Punta Plana) saltándonos la vertical cima de Capullo, que pilla muy a desmano. El terreno sobre el que pisamos es incómodo. Piedras grandes y sin senda. A veces aparece un atisbo de senda que debe de ser de pastores.
Tras pasar por el Tríptico descendemos cerca del filo hacia el Collado de Pacines desde el cual se ve la Canal del mismo nombre. Quizás asequible con nieve, pero así desnuda, con tanta tierra y tan vertical no me da ninguna buen espina (aun así hay gente que la sube en verano…).
El altiplano entre Peña Telera y Peña Retona es un continuo sube y baja que consume más energía de lo que uno querría. No es un paseo por las nubes del todo horizontal que digamos. Suerte que vamos sin peso y las subidas se llevan bien. Desde el coll de Pacines sólo nos quedan dos cimas más antes de llegar a la Canal Ancha, Pabellón y Puerto Rico.
Subimos a Pabellón y tras una breve parada volvemos a bajar al mini valle suspendido antes de volver a subir hacia nuestra última cima: Puerto Rico (2.763m). Es ya la 1 de la tarde y llevamos 4 horas y 20 min desde el coche. Ya sólo queda bajar al acceso de la Canal Ancha de Retona. Desde las laderas de Puerto Rico se ve el acceso muy vertical. Pinta muy vertical. Pienso que es por la perspectiva y que una vez llegados allí será menos. Recuerdo que no era del todo fácil cuando en otoño del 2003 bajé por allí con Donato, Murciano, Alex Sola, Latre y Gil d’Asprer.
Isabel se ha ido asomando a la salida de todas las canales norte que íbamos viendo en nuestro recorrido por el filo. Todas tan verticales. Me pregunta preocupada como es la entrada a la Canal Ancha. Le explico un poco las dificultades que vimos nosotros ese otoño del 2003 y que recuerdo que la conseguimos bajar con cuidado y sin grandes problemas.
Bajamos al valle suspendido entre Retona y Puerto Rico y remontamos 50 m a la entrada de la Canal. En esos momentos se me termina el agua del Camel. Bueno, sólo quedará la bajada de la canal y el trote de 10 km de pista de vuelta al coche. No será un problema.
Subo los últimos metros y me asomo par verla pinta que tiene la entrada a la canal. Vaya… Umm…
Antes de que Isabel llegue me quedo mirando el panorama, que no me convence demasiado. Isabel llega y lo mira asutada. “Pero… por dónde bajamos??”.
Se trata de una ladera empinada, de tierra marrón rojiza, dura, pero espolvoreada con arenilla o piedritas finas que hacen de rodamientos al poner la suela sobre ellos. Tras esa ladera de algo más de 10 metros no se ve como sigue el resto, pues se corta.
Descendiendo con cuidado pegándose a la pared de la derecha uno se puede ir agarrando a la roca con las manos, pero luego hay un cortado y no se ve cómo sigue la bajada. En el lado de la izquierda hay algo de roca dura que sobresale a ras de suelo pero para llegar a ella hay que hacer un flanqueo de unos 4 metros, sin ningún agarre, en una pendiente muy resbaladiza.
Isabel empieza a ponerse muy nerviosa. No lo ve nada claro. En su interior sólo piensa en darse la vuelta y volver por nuestros pasos de vuelta a Telera, aunque eso implique volver a recorrer ese sube y baja en el altiplano de las cimas de la Partacua, tan incómodo de andar en algunos tramos. Sería alargar la vuelta más de 2 horas, pero claro, siempre mejor que acortar la vida. Además ella piensa que quizás yo no quiera darme la vuelta y no acaba de ver por dónde demonios vamos a bajar. Todo esto ocurre en pocos segundos. Aún no hemos decidido nada. Nadie nos mete prisa. Sigo mirando las posibilidades de esta nueva situación que se nos acaba de plantear.
Intento recordar cómo bajamos por allí ese día de otoño del 2003 y creo recordar que fue por la derecha, pegados a la pared a la que nos agarrábamos con las manos con cuidado. Pero también recuerdo que esa pared estaba algo suelta y que alguien arrancó un enorme pedrusco del tamaño de un televisor que cayó rodando por toda la canal dando botes, causando un gran estruendo y dándonos un susto tremendo.
Así que, creyendo que esa era la única vía más o menos segura, animo a Isabel e inicio con ella el descenso muy despacio. Bien pegados el uno al otro y agarrándonos a la pared a nuestra derecha. Le comento que no se agarre demasiado fuerte, no vaya a soltarse algo. Tenemos unos 10 m de bajada hasta un punto en que la pendiente se corta (sin verse cómo sigue luego). Además, piedras grandes caídas de la pared hacen que algo más adelante sea muy difícil llegar a agarrase a la pared. Umm… no está muy claro.
Empezamos a dar unos primeros pasos, muy lentos y muy, muy cortitos. Nuestras zapatillas agarran pero esa arenilla sobre la tierra dura de debajo no nos da mucha confianza. A los pocos metros de empezar, Isabel se detiene y me dice de dar media vuelta. Está bloqueada y asustada. Volvemos arriba e intentamos ver alternativas. Aquí nadie va a hacer nada arriesgado.
Valoramos ahora la opción de cruzar al lado izquierdo. Es un cortísimo flanqueo de algo más de 4 metros tras el cual uno puede ir agachado agarrándose a un filo de roca gris que hay en el suelo. Pero ese flanqueo, sin bastones ni botas de montaña, sólo con zapatillas, es arriesgado.
Y vuelvo a pensar en el otoño de 2003. ¿Cómo demonios pudimos bajar todos sin problemas ese día?. Claro, que yo llevaba botas duras de montaña y dos bastones. Eso resulta en 4 puntos de apoyo, que dan mucha más seguridad. Ahora iba con las manos libres, sin ningún bastón, y con sólo unas zapatillas (nuevas y de montaña, con buena suela) pero que no me aseguraban un resbalón. Un resbalón que en esa zona tan expuesta, sería muy peligroso. Significaría ponerse en marcha y ya no parar.
Visto lo visto, lo más sensato y tranquilizador (tanto para Isabel como para mí) era darnos la vuelta. Iba a ser duro pues yo acababa de terminar el agua de mi Camel-bak y tendríamos por delante más de 2 horas por el altiplano y luego otra hora hasta poder bajar al ibón de Piedrafita. Iba a ser severo, pero era la única forma de asegurar la vida.
Cuántos accidentes han ocurrido por no asegurar en un paso expuesto…
Allí, en la entrada de la canal, había unos viejos cordinos alrededor de una gran roca, dispuestos para asegurar el descenso rapelando los 10 o hasta 20m de pared tan empinada que tiene como acceso esta Canal Ancha de Retona. Nosotros no llevábamos cuerda para asegurar. No era ese el objetivo de la excursión. Queríamos poder “correr libres” por el filo de la Partacua con nuestras zapatillas. El peso de la cuerda y de otros materiales de aseguramiento no entraba en el planteamiento de esa actividad.
Pero aquí, como en cualquier paso expuesto, el aseguramiento era un seguro de vida. Cruzar un paso expuesto en el que uno puede caer (sin asegurarlo con cuerda) es jugarse al azar una caída fatal.
Unos días antes comentaba con Blanca situaciones similares que han terminado en tragedia. Sin ir muy lejos en el tiempo, hace unas semanas ocurrió el accidente de Oscar Pérez en el Latok II en una situación que exigía aseguramiento. Oscar iniciaba, saliéndose momentáneamente del descenso por roca, una travesía descendiendo sobre una pala empinada de nieve. Como esa nieve no les daba mucha confianza decidieron asegurar el paso. Así que su compañero Novellón metió un friend en la roca al que le colocó un mosquetón. Pero unos segundos antes de que pudiera pasar la cuerda por el mosquetón, la pala de nieve de Oscar se vino abajo con él y ya fue demasiado tarde. Los dos se fueron abajo un montón de metros hasta que finalmente la cuerda se enganchó un espolón de roca que sobresalía y los dejó a ambos colgados uno a cada lado. Pero Oscar ya se había fracturado una pierna y no podría seguir bajando. El final ya lo conocemos.
En enero del 2007, la cordada de los amigos de Edurne Pasabán que subían en ensamble la norte del Taillón pereció al caer uno y arrastrar a los demás. Por lo visto se acababan de saltar 2 seguros en los que, por ahorrar tiempo, no pasaron la cuerda. Otro paso expuesto sin asegurar. Otra vez la vida sujeta al azar de una caída.
Algo parecido ocurrió con Joe Simpson en su descenso del Siula Grande en Perú, tan bien descrito en su increíble libro Tocando el vacío. Joe inició un destrepe de espaldas, con 2 piolets, en una corta pared de nieve y hielo. Pero lo hizo sin ser asegurado por su compañero Simon Yates. Un piolet mal puesto, una caída y el resultado fue de una pierna rota. En este caso Joe Simpson vivió para contarnos a todos una de las mayores historias de supervivencia jamás narradas. Otro paso expuesto sin asegurar.
Y así podríamos contar muchos otros accidentes, resultantes de no asegurar un paso expuesto.
Como dice Reinhold Messner. Lo más delicado en el alpinismo es la exposición.
Creo que si no puedes asegurar un paso expuesto y el riego de caída es alto, es primordial saber darse la vuelta. La vida es demasiado bella como para jugársela en un paso. Los alpinistas más longevos son los que más veces han sabido darse la vuelta cuando la exposición no garantizaba una completa seguridad.
Bueno, pues una vez decidido que nos dábamos la vuelta, Isabel y yo nos tranquilizamos y nos mentalizamos de la larga andadura que nos esperaba. Intentaríamos volver sin hacer las cimas, moviéndonos entre vaguadas y collados de los altiplanos intentado subir y bajar lo menos posible. Aunque es un terreno con vaguadas y subidas obligadas y no precisamente horizontal. "Qué le vas a hacer, así es la vida" (como diría Donato).
Salimos andando a media ladera, fuera de senda, sin perder ni ganar altura, por la loma sur de Puerto Rico, rumbo al Este. Para ir al collado de Pacines es obligado subir de nuevo a la cima de Pabellón, pues su muralla hacia la otra vertiente bloquea con cortados el paso al lado Este en todo su lomo. Así pues, subimos e intentamos no jadear demasiado, ahorrando energías ahora que ya no tenemos agua. Desde la cima de Pabellón iniciamos el descenso al coll de Pacines (e incluso le hago unas buenas fotos a Isabel). Vamos a ritmo constante, sin parar, buscando los pasos más sencillos. Seguimos y subimos a un collado formado por Zarrambucho y el Tríptico. Desde allí divisamos Peña Telera y visualizamos el recorrido ideal: en vez de subir a Telera la rodearemos a media ladera por el sur para alcanzar el Cuello de Telera formado con Peña Parda y Telera.
Seguimos sin hacer paradas, a ritmo ligero pero sin llegar a correr. Desde el paso bajo la cima Capullo, el flanqueo bajo Telera hacia el cuello de Telera es una penosa diagonal sin senda sobre rocas. Con zapatillas hay que ir mirando en qué roca posamos cada pie. El cerebro funciona a las mil maravillas y se adapta rápidamente al suelo en constante cambio. Andamos rápido y todos los pasos van a roca buena, áspera, adherente, que se agarra bien a las suelas de las zapatillas. Los tobillos se doblan, aguantan bien, son flexibles. En cada paso oblicuo noto como se deforma la suela blanda de las zapatillas para adaptarse bien adherida a la roca inclinada. Estoy destrozando estas nuevas zapatillas. Me hacen rozaduras en varios sitios pero… qué vas a hacer (menudo día para estrenarlas, eh?).
Seguimos. Isabel anda detrás mío, a unos 20 metros.“Vas bien, Isabel??” – “Síí!”.
Y sin comerlo ni beberlo llegamos al Cuello de Telera a las 3 de la tarde. Sólo nos ha costado 1 hora y media volver hasta aquí!! Qué bien!! Mirando atrás al oeste vemos muy lejana la cima de Puerto Rico y nos sorprendemos del veloz ritmo de progresión que hemos mantenido. Paramos sentados a comer algo e Isabel comparte conmigo las últimas gotas que aún le quedaban de agua.
Descendemos por el circo suspendido entre Peña Parda y Telera para buscar la vía normal de destrepe de Telera que nos llevará al paso horizontal. Lo recorremos de vuelta con sumo cuidado. Es largo y siempre expuesto. No hay que tener ningún traspiés. Y por fin estamos de nuevo en la Forca de Cachivirizas (conocida como la “U” de Telera). Iniciamos el descenso de la vertical canal pedregosa, aprovechando los indicios de senda que aparecen y desaparecen en la canal. Sin bastones, bajamos con cuidado, a pasos cortos. A mitad de canal ya abundan las pedreras sueltas y nos permitimos el lujo de bajar rápido por las pedrerías, con pequeños saltos para deslizarnos con las pedreras y descargar las rodillas. Aun así el descenso se hace más largo de lo que lo recordábamos (es que esa mañana habíamos subido como tiros!). Terminamos la pedrera y retomamos la senda que baja al ibón. Los tramos sencillos los recorremos al trote. Los más delicados, andando. Tanta piedra grande ya cansa, a las piernas y a la mente. Isabel nota como le “laten” los dedos de los pies.
Por fin llegamos a las llanuras verdes que rodean el ibón de Piedrafita. Son las 16:30. Llevamos 7 horas y 50 min desde que salimos esa mañana. Tras pasar el ibón cogemos agua del riachuelo con las manos y bebemos un agua fresca que nos sabe a gloria. Ya solo queda la senda que lleva a la pista y recorrerla de vuelta al parking. En menos de 20 minutos corriendo llegamos al coche a las 16:52 horas. En total hemos sumado 8 horas y 12 minutos de actividad, mitad andando, mitad corriendo. Mitad riendo, mitad sufriendo. Mitad bajando, mitad subiendo.
Estamos eufóricos. Qué bien han aguantado nuestros pies, nuestras rodillas, nuestras piernas y nuestra cabeza (para Isabel, esta última, lo más importante y lo que hace que el resto del cuerpo aguante).
Pedimos a una familia que nos haga una foto y nos vamos a beber litros de agua y Coca-cola al bar-refugio de Telera de Piedrafita. Final de un bello día en la montaña.
Increíblemente, 24 horas después de esta larga actividad, hoy estoy escribiendo estas líneas y no noto nada de agujetas ni cansancio… Qué demasié, no??
Si es que, la clave en el monte es ir sin peso. Corres, vuelas, flotas y saltas como un sarrio en ese paraíso que son nuestros Pirineos. Un paraíso que es gratis. Que está al alcance de todos. Unas sensaciones que no se pueden comprar, sólo las puedes vivir. Todo lo verdaderamente bueno de esta vida no se puede comprar: la amistad, el amor, la felicidad. No se consiguen con dinero. Al igual que experiencias como ésta en la montaña. No se compran. Están ahí, para que, quien quiera, las disfrute durante su vida (sin perder la vida).
Jorge
Isable, con la murallas que rodean al Ibón de Piedrafita